LA DIMENSIÓN OCULTA DEL ARTE
La necesidad de reflexión, belleza y equilibrio, elementos tan necesarios siempre, y más en estos momentos que vivimos, nos remite a la importancia de las formas. El Arte nos permite aprender de ellas, por ello los creadores nos entregamos a ese juego sin fin. Son muchos los aspectos que le acaban formando a uno como artista: por una parte, el estudio reglado o autodidacta, por otra parte las meras experiencias de la vida y las propias inquietudes personales. Formada inicialmente en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, y Máster en gestión cultural por la misma universidad, he conseguido acrecentar mi bagaje también a través de mis lecturas y estudios, algunos de ellos en el ámbito del pensamiento. Este crecimiento me ha llevado a abrirme y adentrarme en otras facetas de auto-indagación.
Mis obras, realizadas con pintura acrílica o bien en ocasiones con técnica mixta, se inscriben la mayor parte en una abstracción orgánica, a menudo lírica. Mi trabajo creativo hace sentirme a veces como una buscadora, en pos de la revelación de un secreto porque las formas no realistas permiten vehicular símbolos y arquetipos que nos aproximan a los límites del lenguaje y por tanto del conocimiento.
Considero que mis obras que ofrezco al público son como un mensaje energético refinado, sutil, a menudo poético. Los temas que me mueven a crear son diversos: en las obras estrictamente pictóricas puedo decir que trabajo desde una meditación en acción. Siguiendo mi impulso interior me entrego al lienzo o al papel en blanco dejándome llevar por unas formas que a medida que me interpelan van entretejiéndose al ritmo de mis pinceladas. En cambio, en obras más conceptuales acostumbro a tratar cuestiones como el paso del tiempo, su no-existencia, la relación entre naturaleza y cultura y cuestiones de género. Un gran escritor afirmó que resulta difícil juzgar la belleza porque ésta es un enigma y lo cierto es que la dimensión oculta del arte, un vasto territorio inalcanzable en su totalidad, no se muestra de forma abierta. Por todo ello me gusta pensar que la creación artística no es sino pura energía en movimiento. Mi deseo es que mis obras en cierto modo inquisitivas y sanadoras puedan acompañar a las personas en su devenir, acrecentando su bienestar tanto interior como exterior.
El trabajo pictórico se encuentra sin duda en la misma base de mi personalidad creativa. La prueba de ello es que los colores, su combinación, yuxtaposición, sus matices, me han provocado hondas emociones desde mi infancia. En esa época, tras admirar por enésima vez las reproducciones de las obras La danza y La música del pintor francés Henri Matisse, un día me abrumé y me dije a mí misma: ”Para qué pintar si las obras que me hubiese gustado crear ya están hechas?”
Me olvidé de todo ello hasta que realicé en soledad un viaje a Florencia a los diecinueve años. Permanecí en la ciudad toscana un mes y medio, el tiempo suficiente para percatarme de que la belleza es una parte importante del sentido de auto-realización humanos.
Han transcurrido los años y durante algún lapso de tiempo he abandonado los pinceles, para luego retomarlos con más ímpetu, porque el arte forma parte de mí.
Mis obras iniciales como estudiante fueron figurativas y recordaban a mi gran amor de infancia, a Matisse. Pero la necesidad de trabajar con mi subjetividad me llevó rápidamente a la abstracción. Sin lugar a dudas este tipo de pintura favorece la introspección. En un inicio decidí plantearme retos, llegué incluso a renunciar a la vitalidad del color para centrarme en el desarrollo de una estructura interna de las obras más potente, en búsqueda de un lenguaje propio. De esa época datan unas obras realizadas con solo 3 colores: el blanco, el grafito y el carne. Como ha subrayado un crítico, en ese momento pintaba extrayendo parte de la pintura depositada en el lienzo con la ayuda del agua. La obra tomaba forma ante mis ojos como una revelación, como si la imagen que se iba materializando poco a poco ya existiese, oculta debajo de sucesivas capas de color. Esa renuncia voluntaria no duró mucho, aunque lo cierto es que pese a volver a la fuerza del cromatismo algo de aquella contención ha seguido permaneciendo en algunas de mis creaciones. Trabajar con una paleta no muy extensa lleva a encarar el reto de “hacer más con menos”.
BIO
He nacido en Andorra, un pequeño país de los Pirineos con una historia singular y unos paisajes imponentes. Estos últimos me ha brindado sin duda un profundo respeto hacia la naturaleza. Hace un tiempo vivo y trabajo en Reus, la ciudad catalana de donde es originario el arquitecto Antoni Gaudí.
Me gusta el otoño, la música de Debussy, Louise Bourgeois, Bill Viola, el arte povera, Matisse, Andreï Tarkovski, Jacques Prévert, Rothko, Stefan Zweig, W.G.Sebald, las pinturas murales tibetanas, Albert Camus, y como no, el color azul.
El azul es un color básico, omnipresente en mi paleta actual desde el ciclo que inicié con la exposición Heaven, en la galería Antoni Pinyol, después de qui mi obra S(h)ewishes01 inspirada en un célebre poema de Yeats ganase el Premio Telax otorgado por la misma galería. Esta obra, de medidas considerables, está construida con 3 lienzos encajados y atornillados por su parte posterior.
El azul, considerado por muchos como espiritual, es uno de los elementos característicos de esta serie. Además de homenajear a su autor, Yeats, quería adentrarme en una pintura etérea, de otro mundo, como si lo invisible se hiciera visible, porque esta frase define en si misma la naturaleza del arte, su dimensión trascendente.
En mis obras más actuales he ido añadiendo nuevos símbolos, algunos de ellos beben de la temática floral o bien metafísica. Me siento impelida a trabajar en formatos más bien grandes y uso a menudo con el lienzo el díptico o tríptico, aunque también realizo obras de pequeño formato sobre papel.
Las instalaciones permiten trabajar de forma tridimensional y fomentar la interacción con el espectador.
HANG TIME
“Nuestras ideas son de aluminio y latón, se degradan con el tiempo y resuenan a vacío. El instante presente es el tiempo de la fragilidad de un extraño y falso equilibrio. Ordenamos, construimos, filtramos para protegernos del paso del tiempo inexorable, materializado en un mar de rocas que se deslizan hacia abajo, y trazamos mapas imaginarios que nos ayudarán a seguir hacia la Nada.” (texto de la autora que forma parte de la exposición)
Esta instalación se basa en la observación de las redes de protección formadas con gaviones que protegen de los desprendimientos de rocas en las zonas montañosas. A partir de estos elementos desarrollo una reflexión sobre el paso del tiempo. Para ello creo una pieza con nueve gaviones, uno de los cuales yace en el suelo. En el interior de cada uno de esas 9 piezas flotan utensilios de aluminio y latón, objetos atemporales que desafían la ley de la gravedad, congelados en el tiempo.
Fragmento texto del crítico Joan Gil, miembro de la Asociación Internacional de Críticas de Arte. Catálogo de la exposición 6 artistes, 6 conceptes, tallers d’Art d’Andorra:
“Es un montaje lleno de silencios, memorias y recuerdos. Una obra que valora la presencia y la ausencia, lo lleno y lo vacío, la representación y la alusión, y en definitiva, la vida y la muerte. Una confrontación bipolar entre lo conocido y lo desconocido, entre las certezas aparentes y las apariencias enigmáticas para crear esta condición ilusoria, que es lo que quiere transmitir la artista con su búsqueda de absoluto.
La sensación dominante que la invade es la de la desaparición de un mundo irrepetible que escapa a la mirada. Por esto, evita los ruidos para detener el tiempo y suspenderlo en un silencio eterno, de la misma manera como en un sueño es la quietud el momento esencial de la expresión.
Por todo esto, la obra de Aurea Bellera se erige como un conmovedor inventario que mantiene el recuerdo de la vida. Igual que Marcel Proust, interpreta, descifra y atrapa esos instantes fortuitos, cargados de pasado, para buscar la verdad que contienen en una necesidad de captar el tiempo perdido es en este sentido que tiene la necesidad de dotar a todo lo profano de un sentido sagrado, de introducir la trascendencia en lo cotidiano y de ofrecer un medio a la meditación sobre el sentido de la vida.”
LE JARDIN FÊLÉ
Flores mutantes hechas de plástico, bombillas –símbolo inequívoco de las ideas-, crecen en un jardín artificial, una especie de invernadero. Fragilidad y artificio se declinan para crear una atmósfera hipnótica. El jardín es a la francesa, ordenado y simétrico, todos los elementos se conjugan de forma parecida excepto la campana central: es la única rota. De esta pieza en concreto, en la cual la flor-bombilla atraviesa el cristal aparentemente fisurado, toma su nombre la instalación. Se ejemplifica así la fuerza de las ideas creativas traspasando sus límites. A los pies de la campana, diminutos, dos operarios recogen los desperfectos causados por esa súbita irrupción. Redimensionadas por este cambio de escala no perceptible a primera vista en la visión de conjunto, las campanas funcionan como arquitectura.
El arte por encima de todo es artificio, éste es una de mis premisas: por esta razón la fisura es una simulación, las flores son de plástico. Trabajar con material de deshecho, reciclado, material que se puede comprar en cualquier tienda, también va en esa misma dirección.
A partir del carácter onírico de la obra, acentuado por el uso de la metáfora, subrayo la idea de que el arte es un sueño dentro de otro sueño, la vida, y reflexiono sobre cómo estos dos elementos –arte y vida- se nutren mutuamente. De aquí proviene el libro de artista, una especie de recopilatorio de les distintas influencias que se aúnan en la genealogía de esta obra: desde viejas fotografías sacadas del arca familiar, hasta videoframes del último capítulo del film Andrei Rubliev del director Andrei Tarkovski, pasando por mis propias reflexiones.
Finalmente el aspecto comunicativo, implícito en todo acto creativo, se materializa en la estructura propia de la instalación: el público se siente invitado a deambular a través del jardín-invernadero, en una experiencia visual, sensorial, sin trabas ya que el cristal no solamente no esconde nada sino que refleja, y por tanto amplifica. De esta manera el espectador con su movimiento acaba formando parte también de la obra. Participa en ella el tiempo de un paseo, sólo hace que pasar y este mismo concepto de pasar es el que define en si la propia condición de la experiencia estética.
Ambas instalaciones fueron producto de dos becas consecutivas de los Talleres de Arte del Ministerio de Cultura del Principado de Andorra.
Le jardin fêlé dio lugar a una edición especial de sellos.
ZIPPERLAND
La poesía visual es un lenguaje mestizo, muy desacralizado y fresco. Por ello me pareció ideal para una reflexión deshinibida con perspectiva de género. La mirada cultural sobre las mujeres y sus cuerpos, ambos considerados una misma cosa, en cierto sentido un objecto coleccionable, es la idea básica sobre la que se construye este proyecto artístico.
Usando la cremallera como símbolo del sexo femenino desarrollo mi trabajo siguiendo el concepto de muestrario. Luego abro una nueva perspectiva, la de los mundos interiores, creados con fundas de lycra y micro-paisajes que aportan una visión más intimista.
Una de las obras ha protagonizado la portada de un libro colectivo de relatos eróticos en la que yo misma he participado como autora.